Jan debe cuidar a su madre enferma de alzheimer. Ella cada día le hace la misma pregunta pero al saber la respuesta se queda muy confundida. Ante esta situación, Jan decide cambiar su enfoque y buscar una nueva forma de conectar con su madre.
Cada día, Marisa observa esa casa desde la calle: el edificio, el balcón, la vida que transita detrás del ventanal. Un día, Marisa decide hacer lo que no la dejaron: despedirse.
Rita pertenece a un coro que corre peligro de disolverse: han perdido la subvención que les permitía alquilar una sala de ensayo. El grupo tiene que decidir si acepta el patrocinio de la empresa que causa la contaminación en el valle.
Lo que comienza como una junta ordinaria de vecinos para votar el cambio de ascensor, acaba convirtiéndose en un inesperado debate sobre los límites de la convivencia.